Un análisis soteriológico a los pastores y magos

UN ANÁLISIS SOTERIOLÓGICO A LOS PASTORES Y MAGOS

Son personajes que no tienen mucha trascendencia en la Biblia. Son mencionados únicamente en el nacimiento de Cristo para desaparecer por completo de la historia, pero no del cuadro de la redención. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios les anunció el nacimiento del Rey Eterno y por qué les trajo a verlo? ¿Por qué fueron registrados en las Escrituras en aquel momento transcendental para nuestra fe? Definitivamente, al igual que el resto de las Escrituras, esta parte se ha plasmado para nuestra enseñanza (Ro.15:4). Recuerde que la Biblia tiene por lo menos tres aplicaciones: La histórica, la doctrinal y la aplicacional. Trataremos de ir viendo las tres en conjunto. De esta manera, encontramos que hay algunos contrastes y complementos entre ambos grupos que es preciso resaltar:

1. Cantidad y calidad.

Los pastores ofrecían el testimonio de muchos y los magos ofrecían un testimonio de peso. ¿Cómo es esto? Históricamente, estos personajes le dan peso a la credibilidad de las cosas escritas. Los pastores en el campo eran muchos, se trataba de varones judíos que más adelante serían los testigos de las cosas vividas o al menos dejarían un registro oral de sus testimonios, de todo lo que habría sucedido aquella noche. Para un judío, en boca de dos o tres testigos debería constar todo asunto. Así que, los escritores de los evangelios hubieran sido desmentidos fácilmente pero por el contrario sus historias fueron respaldadas. Además que esto también serviría mucho para mantener viva la fe de José y María, y muchos otros. Miremos con atención la importancia de sus testimonios: “Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.” (Lc.2:17-18)

Ahora, por si el testimonio de estos pastores resultara insuficiente por tratarse de gente del pueblo judío (que esperaba con ansias la llegada de su Mesías), y si acaso eran personas sencillas a las que pocos harían caso, tenemos también el testimonio de los magos de oriente aunque demoraron por lo menos dos años más en dar con el Mesías. Esta gente no se prestaría de esta manera para un asunto que no les conviene en lo absoluto. Además, por esos tiempos, eran reconocidos como las personas más sabias y estudiadas. No eran gente cualquiera, bastaba una palabra de ellos para derrumbar la esperanza del Mesías hebreo. Tenemos entonces muchos testigos y testigos de peso.

2. Humildad y grandeza.

Para los magos resultó tedioso dar con la llegada del Rey Mesías. Tuvieron que estudiar e indagar mucho, tuvieron que gastar recursos y hacer largos viajes, enfrentándose a diversos peligros. Pero lo maravilloso es que la gente más sencilla lo encontró mucho más rápido, sin tanto esfuerzo, por revelación angelical y una confirmación preciosa de la mano de Dios. Una prueba más que Dios obra de manera extraordinaria en los corazones más humildes.

Por otro lado, tenemos que el evangelio ofrecido por Cristo es tanto para el rico como para el pobre. Por años se ha entretejido cierta teoría de que el maravilloso plan de redención aplica sólo a los pobres, o que sólo con la pobreza alcanzaremos grandes niveles de espiritualidad. Pero vemos que no es así. El evangelio, con sus bendiciones, es para todos.

3. Fe e indiferencia.

Es curioso que cuando los magos llegaron a Jerusalén, fueron directa y públicamente al pueblo y a sus gobernantes. Esperaban que todos ellos ya supieran de la llegada del Mesías y que lo tuvieran resguardado: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?” (Mt.2:1). Las profecías eran claras en cuanto a las señales y el tiempo exacto de la venida del Mesías (Daniel 9:24-25), pero su pueblo era totalmente indiferente. Tenían los testimonios de Zacarías (Lc.1:17; 67-80), de los escribas y sacerdotes (Mt.2:5-6), de Simeón (Lc.2:25-34), de Ana (Lc.2:36-38) y mucho más, pero cuando escucharon este nuevo testimonio traído por los magos, la Biblia dice que el rey y el pueblo se turbaron por igual (Mt.2:3), como que les tomaron por  sorpresa, cuando deberían haber estado esperando con regocijo.

Que diferencia con aquellos personajes de tan lejos, que dieron todo de sí mismos para encontrar al salvador prometido. Esto prueba que las señales no son suficientes ni absolutas, hace falta fe genuina en la revelación escrita de Dios. Muchos hoy han tergiversado el evangelio a un conjunto de señales y experiencias milagrosas pero que no apuntan en lo absoluto al propósito de Dios. Hay una falsa fe en los templos y una total indiferencia a los intereses divinos, tal y como sucedía en aquél tiempo con Israel. ¿Qué tipo de fe va a vivir usted?

4. La ley y la gracia.

Esto es algo que está estrechamente ligado al punto anterior. Podemos notar que el pueblo judío tenía la ley y los profetas; tenían el templo, los cultos, el sacerdocio, los pactos, las fiestas, el sabbat, etc. ¿De qué les sirvió todo esto? de nada “por no ir acompañada de fe” (Heb.4:2). Como lo diría Pablo: “mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo” (Ro.9:31-32). Nunca la salvación fue por la ley, ni por las obras, o linajes, ni por justicias personales. Más siempre fue un asunto de fe (Ro.5:1).

Recordemos que cuando Jesús estaba naciendo todavía se estaba en la dispensación de la ley, todavía regía el Antiguo Testamento. Más vemos la gracia en acción a través de estos magos gentiles siendo atraídos hacia el Salvador por medio de la fe. Asimismo tenemos al centurión romano, a la mujer sirofenicia, al leproso samaritano, al endemoniado de decápolis, a la mujer samaritana y muchos otros que experimentaron la gracia de Dios aunque no estaban bajo la ley. Se rompe el mito de que Jesús vino sólo por el pueblo judío. Dios nunca ha tenido favoritos. En Abraham se prometió la simiente del Mesías para todos: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn.22:18). Cristo es un Salvador para judíos como para gentiles, por la fe estamos en la gracia de Dios.

Es interesante notar que la historia de los magos se resalta en Mateo, mientras que la historia de los pastores se resalta en Lucas. Mateo hace énfasis de Cristo como Rey, pero Lucas lo hace como hombre. Mateo muestra su linaje y su derecho legítimo al trono de David, y Lucas demuestra su lado más humano. Jesús es un Rey no sólo para los judíos, sino para la humanidad.

5. La adoración y la gloria.

Los ángeles dejaron bien claro que la gloria era para Dios: “Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres” (Lc.2:13-14). Por esto los pastores, en adelante, glorificaron el nombre de Dios en sus testimonios: “Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.” (Lc.2:20).

Por su parte, los magos, al llegar, adoraron a Jesús, pero no a María ni a José: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron” (Mt.2:11), es bien claro que dice “lo adoraron” no “les adoraron”. Toda la atención y la reverencia fueron para Jesús. Así, Dios deja en claro que es Jesús el que merece nuestra pleitesía y adoración, no María, no José ni nadie más. La gloria de la redención pertenece sólo a Dios, la respuesta del hombre debe ser gratitud y alabanza todos los días de su vida.

6. Los tesoros: Judíos y gentiles.

Este maravilloso cuadro lo he querido dejar para el final. ¿Podría usted haber pensado que hay una maravillosa enseñanza en los tres regalos que trajeron los magos? Pues sí, estos tesoros hablaban distinguidamente. El oro simboliza la deidad y la gloria; nos indica perfección y majestuosidad. Jesús es reconocido como Dios (además que le adoraban postrados). El incienso se trata de un perfume; y nos indica la fragancia de una vida sin pecado, una vida acepta a los ojos de Dios. La mirra, sin embargo, es una hierba muy amarga; esto simbolizaba los sufrimientos o sinsabores de la vida, anunciaba de antemano los padecimiento de Cristo y su sacrificio por el pecado del mundo.

Ahora, debemos notar que esta presentación de dones es realizada por parte de gentiles pero hace referencia a Isaías 60:6. El profeta había predicho que los gentiles acudirían al Mesías con dones, pero sólo había mencionado el oro y el incienso: “Traerán oro e incienso, y proclamarán las alabanzas a Jehová”. Isaías omite la mirra porque se le había revelado directamente hasta el evento de la segunda venida, allí no habrá mirra porque el Mesías ya no padecerá más, sino que vendrá a reinar. Pero en el evangelio sí se incluye la mirra porque se trata de su primera venida.

¿Lo entiende? Los gentiles experimentamos una maravillosa gracia debido al padecimiento de Cristo. No tenemos que judaizar ni esclavizarnos a la ley. Somos coherederos del reino por medio de la sangre de Cristo. Somo los administradores de los misterios de Dios para esta dispensación. Los regalos a Cristo, en realidad eran regalos suyos para la humanidad. Dios habitando entre nosotros nos ha hecho participantes de la naturaleza divina (2Pe.1:4); nos ha liberado del poder del pecado para presentarnos justos ante el Padre (Ro.3:24), y nos ha permitido padecer y ser parte de la proclamación de su reino a muchas generaciones (1Pe.2:9-10).

He allí la gran importancia soteriológica del nacimiento de Cristo.

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